Inocencio García era uno de esos hombres que dicen estar de vuelta de todo, cansados de la vida pero aferrados a ella con el instinto de la garrapata, que juega a ser garbanzo entre el pelaje de algún animal desafortunado.
Cada vez que alguien contaba su anécdota particular en el bar de “la Dolores”, acompañada del vino peleón que se llevaba sirviendo desde que el mundo era mundo, como debe de ser, no faltaba su acerada afirmación: ¡ Si ya te lo había dicho yo, tarugo, que eres un tarugo !
La solvencia del recio guerrero de la palabra era tal, que el público reunido alrededor de los chiquitos, no podía reprimir la risa, a pesar de haber escuchado la coletilla infinidad de veces. De hecho, en sumo pero cómplice secreto, los compañeros de partida le apodaban “el tarugo”, de modo que cuando de su boca salía la consabida frasecilla, corría pícaro y malicioso el gesto de burla de rostro en rostro.
Patricia Sanjuan no sabía que significaba que las nubes formasen castillos, pero lo que sí sabía, era que no le gustaba nada el cariz que habían tomado los últimos acontecimientos. Las noticias que habían llegado por carta a media mañana, anticipaban el regreso del coronel Martínez, luchador incansable, belicoso empedernido y, para más señas, retirado de servicio por haber cumplido la edad que recomienda arriar las velas y guardar el sable para las luchas de la vejez.
Patricia Sanjuan, resopló cansina, rezó un Padrenuestro y se marchó a la taberna para avisar a sú tío.
– Tío Chencho, el coronel ha vuelto — dijo la chica con miedo tartamudeante
El silencio que se hizo en la tasca pondría a prueba el filo de la navaja albaceteña más mimada, y sin embargo, cuando todos sentían el peso de la losa de la noticia, el viejo Inocencio, vió dibujado en su rostro la sonrisa más franca vista en años y abandonando su gesto torcido habitual, se pudo en pié y dijo:
– ¡ Coño !, por fin voy a poder partirle la cara.
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Espero que vos guste 😀